EL FILÓSOFO
Iba de filósofo por la vida. Para todo tenía una respuesta «inteligente y medida», y procuraba demostrar su ingenio en cualquier ocasión y donde fuera. Tanto era así que le llamaban «Kant».
Un día, un ladrón lo asaltó en un callejón oscuro y le pegó dos tiros, uno en el pecho y el otro en la boca. No podía hablar mientras se desangraba lentamente, pero estaba claro que tenía que decir algo, así que con la propia sangre escribió en la pared: «no se me ocurre nada…».
HACER EL AMOR
El joven le propuso, encendido como estaba, hacer el amor.
-No.
-Vaya, mira que todas las parejas lo hacen.
-¿Y a mí qué? Ya lo haré cuando me case.
-¡Pero si acabamos de casarnos!
-Y tanto, pero podrías esperar a la noche y no querer hacerlo en los servicios de mujer y con todos los invitados fuera bailando…
-Ay, a la primera de cambio y ya tengo un «no». ¿Cuántos seguirán?
-Vale, que no se diga que soy estrecha…
-Eso ya está mejor, y a la noche, otro más.
-No…
EL CALVO
El hombre iba muy preocupado por el hecho de estar quedándose calvo. Lo llevaba a malvivir. De día, en ningún momento la idea se le iba de la cabeza, y de noche, las pesadillas le quitaban el sueño.
Evidentemente, no encontraba el remedio, lo que le preocupaba aún más.
Pero un día, de repente, le desapareció aquella preocupación.
Ocurrió cuando llegó a su casa y encontró un notita sobre la mesa de la cocina. Era de su mujer, que le decía: «Ignoro a qué santo te has preocupado tanto con el asunto de tu calvicie cuando tienes otros motivos más importantes de qué preocuparte. Pesas 120 kilos, eres un tapón y más feo que un pecado, te han despedido recientemente del trabajo, y yo… te he abandonado».