Dijo una vez el rey francés Luis XV que “después de mí, el diluvio”.
Actualmente, el diluvio está cada vez más cerca.
Los científicos ya se han pronunciado: el cambio climático es una realidad y, sencillamente, vamos camino de destruir el planeta. Pero no hacen falta los científicos. Nosotros mismos lo estamos viendo. Cataclismos de origen climático cada vez más violentos e impredecibles, océanos llenos de plástico, glaciares e icebergs que se derriten y desaparecen, haciendo crecer el nivel de los mares, especies que se extinguen, veranos cada vez más tórridos, plagas de moscas y mosquitos, pandemias víricas…
Todo el mundo solo se preocupa por sus beneficios y, siempre, a corto plazo. El futuro no existe, como no sea el inmediato. El planeta Tierra es nuestro hogar pero, debido a esa política, continuamente lo vamos llenando de basura. A este paso será inhabitable, y ello provocará un sin fin de problemas migratorios y guerras locales por la competitividad exacerbada de recursos cada vez más menguantes. Y terminará, probablemente, con una guerra, tal vez mundial, que sería, ¿alguien lo duda? devastadora para la humanidad. Probablemente, ésta renacería de sus cenizas con la lección aprendida, pero a un coste apocalíptico.
Y no existe un Plan B. Los planetas habitables más cercanos están a tales distancias que necesitaríamos miles de años con la tecnología actual para llegar a ellos. En cuanto a Marte, es un congelador sin oxígeno y con una atmósfera tan liviana que no frena las radiaciones letales que llegan del espacio.
Contra ello, estamos viendo que la gente se moviliza cada vez más, sobre todo los jóvenes, lo cual es loable. Sin embargo, creemos que se suele partir de un planteamiento erróneo:
Pensar que los culpables son los demás.
El enfoque, aunque correcto, es insuficiente.
Es correcto porque los gobiernos hacen muy poco o nada, luego hay que exigirles más, y las fábricas, las multinacionales, las plantaciones agrícolas, las empresas madereras, etc., contaminan, luego hay que pedirles que lo hagan lo menos posible.
Pero es insuficiente porque…
El culpable, sobre todo, somos nosotros mismos.
Somos culpables cada vez que vamos en coche a la tienda de la esquina, cuando echamos una botella de cristal a la basura, si tiramos una bolsa de plástico al primer uso, cuando exigimos a los demás que hagan esto o aquello contra el cambio climático sin mirarnos antes al espejo.
La lucha contra la contaminación no debe empezar invocando o exigiendo a los demás. Debe empezar por cada uno de nosotros, de forma individual. Pensemos en el planeta en general, pero primero en nuestros propios hijos y nietos y en su futura descendencia. El mundo es de los demás, pero también es cosa nuestra.
Por ello, proponemos 2 CAMPAÑAS en las que nos podemos implicar:
1.- Personarnos en todas las entidades y asociaciones públicas de nuestros pueblos y ciudades para pedir que, cuando se hagan actos multitudinarios y fiestas, haya en todos ellos contenedores separados para las basuras y para el reciclaje.
2. Campaña 1 X 10. Integrados en un grupo de personas solidarias, involucraremos a los ayuntamientos, acudiendo a los plenos o entrevistándonos con los concejales de Medio Ambiente y alcaldes, para solicitar la reforestación de terrenos baldíos, abundantes por todas partes. Luego plantaremos en ellos cada uno de nosotros 10 árboles, cuya elección y viabilidad dependerá de la zona. Todo será cosa nuestra. Cada uno de nosotros los comprará (un pino carrasco cuesta poco más de un euro) y los plantará en un acto conjunto, a ser posible entre diciembre y febrero. Si tenemos árboles en nuestro jardín o plantación agrícola, entendamos que son para nuestro exclusivo interés económico y personal. La lucha por un medio ambiente y un futuro mejor debe trascender por encima de nuestros intereses particulares.
Estas campañas no son toda la solución.
Pero son parte de la solución.
No paremos hasta conseguirlo, pues las promesas son muchas, pero las realizaciones son pocas. Trabajemos cada uno, individualmente, por el Futuro.